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Jun 05, 2024 137 0 Karen Eberts, EUA
Disfrutar

¡¿Vivir la vida?!… y al máximo

La vida a veces parece demasiado difícil, pero si aguantas y confías, los regalos inesperados pueden sorprenderte.

“Protégenos de todo temor y ansiedad mientras esperamos con gozosa esperanza la venida de nuestro Salvador Jesucristo”. Como católica de toda la vida, recitaba esta oración en cada misa. El miedo no ha sido mi compañero durante muchos años, aunque hubo un tiempo en que sí lo fue. Llegué a conocer el “amor perfecto” descrito en 1 Juan 4, 18 y recibí la ayuda necesaria para aprender a vivir en la realidad de Aquel que vence todos los miedos. En la actualidad, rara vez experimento ansiedad; pero una mañana sentí un presentimiento y no pude identificar la causa.

Recientemente tropecé con una acera, y esto me llevó a una caída fuerte que hasta ahora me produce molestias en la cadera y la pelvis. Los dolores agudos que han regresado cada vez que levanto los brazos me han recordado que mis hombros aún necesitan tiempo para sanar. Las nuevas tensiones laborales y la muerte repentina del hijo de un querido amigo han aumentado mi angustia. El estado de nuestro mundo por sí solo puede causar una gran angustia a cualquiera que dedique mucho tiempo a digerir los titulares. A pesar del origen desconocido de mi malestar, supe cómo responder. Cerrando los ojos, entregué la pesada carga que sentía.

Ángeles trabajando horas extras

Al día siguiente, mientras conducía hacia la casa de un paciente, se desarrolló inesperadamente una tormenta tropical. El tráfico era denso y, a pesar de las luces encendidas y la disminución de la velocidad, la visibilidad fue oscurecida por las fuertes lluvias. ¡De la nada, sentí el impacto de otro vehículo empujando mi auto hacia el carril derecho! Sorprendentemente tranquila, me dirigí al carril de emergencia, a pesar del arrastre de un neumático ahora dañado. Pronto llegó un vehículo de bomberos. Un paramédico que se subió a mi coche para evitar el aguacero torrencial me preguntó si estaba herida. No… ¡no lo estaba! Eso parecía muy improbable ya que sólo habían pasado unos días desde que habían cesado las secuelas persistentes de mi caída. Había orado por protección esa mañana antes de partir, sabiendo lo que pronosticaba el tiempo. Claramente, los ángeles habían estado trabajando horas extras; amortiguando primero mi caída, luego el golpe de este choque.

Con mi auto ahora en el taller y el seguro cubriendo las reparaciones, mi esposo Dan y yo empacamos para nuestras vacaciones que habíamos planeado con mucha anticipación. Justo antes de irnos, me desanimó escuchar que era muy probable que nuestra aseguradora declarara la pérdida total de mi auto. Con sólo cinco años de antigüedad y en perfectas condiciones antes del accidente, su valor en el Libro Azul era de apenas 8 mil 150 dólares. ¡Esas no fueron buenas noticias! Teníamos la intención de conservar este híbrido de bajo consumo de combustible mientras siguiera funcionando, e incluso compramos una garantía extendida para asegurar nuestro plan. Así que, respiré profundamente y una vez más actué según lo que había aprendido a hacer en situaciones fuera de mi control: se lo entregué a Dios y le pedí su intervención.

Oración inagotable

Una vez que llegamos a Salt Lake City, aseguramos nuestro coche de alquiler y pronto condujimos por el hermoso Parque Nacional Grand Teton. Esa noche, al entrar al estacionamiento del hotel, retrocedí inusualmente hacia un lugar estrecho. Mientras Dan descargaba nuestro equipaje, noté un tornillo en una llanta. La preocupación de mi marido por el pinchazo le llevó a llamar a varios centros de servicio. Al no encontrar ninguno abierto por ser domingo, decidimos arriesgarnos conduciendo. A la mañana siguiente rezamos una oración y partimos, esperando que el neumático aguantara mientras conducíamos por las estrechas carreteras de la montaña que entraban y salían de Yellowstone. Afortunadamente, el día transcurrió sin incidentes. Al llegar al Hampton Inn, donde Dan había hecho una reservación meses antes, ¡nos quedamos boquiabiertos!, ¡justo al lado había un taller de reparación de neumáticos! ¡El rápido servicio del lunes por la mañana significó que estábamos en camino en menos de una hora! Resultó que la llanta tenía una fuga, por lo que la reparación evitó una posible explosión; ¡esto fue una bendición ya que terminamos conduciendo más de 1200 millas esa semana!

Mientras tanto, mi taller de carrocería autorizó una mayor investigación por “daños ocultos” del accidente. Si hubieran encontrado algo, el costo de la reparación hubiera excedido el valor del automóvil, y definitivamente esto conduciría a la pérdida total del vehículo. Orando diariamente, confié en el resultado y esperé. Finalmente, me informaron que el costo de las reparaciones había llegado justo debajo del límite… ¡después de todo, arreglarían mi auto! (Unas semanas más tarde, cuando fui a recoger mi auto reacondicionado, descubrí que el costo efectivamente había excedido el valor del Libro Azul, ¡pero mi oración también fue respondida!)

Una bendición espectacular

Otro ejemplo del cuidado providencial de Dios llegó mientras continuamos nuestro viaje hacia el Parque Nacional Yellowstone. El estacionamiento estaba abarrotado cuando llegamos. Dimos vueltas sin rumbo cuando, de pronto, ¡encontramos un lugar disponible cerca del frente! Nos estacionamos apresuradamente y caminamos hasta descubrir que se esperaba la próxima erupción del Old Faithful*(viejo fiel) en diez minutos. Con el tiempo justo para llegar al área de observación, ¡el géiser explotó! Recorrimos el camino del malecón a través de las diversas formaciones geológicas, manantiales y géiseres. Mi esposo, amante de las actividades al aire libre, tomaba fotografías afanosamente, una tras otra. Maravillado por el asombroso espectáculo que nos rodeaba, miré mi reloj… se esperaba la próxima erupción del Old Faithful pronto. Los vapores estallaron al aire como se esperaba; esta vez no hubo turistas estorbando la vista, ya que estábamos en la parte trasera del géiser. Sintiéndome agradecida, alabé a Dios por las bendiciones del día: primero, la ubicación perfecta de la tienda de llantas, luego las buenas noticias de la compañía de seguros sobre mi auto y, finalmente, el asombroso espectáculo de la naturaleza.

Reflexionando sobre la presencia activa de Dios, oré: “¡Gracias por amarnos, Señor! Sé que amas mucho a todas las demás personas en la tierra, pero Dan se conecta tan fuertemente contigo en la Creación, ¿te revelarías a él una vez más? Mientras seguíamos deambulando, la batería de la cámara de mi marido se agotó. Sentada mientras la reemplazaba, escuché un sonido extraño. Me di vuelta para ver una gran explosión. Fue espectacular: ¡El Beehive (Colmena) era dos veces más alto que el Old Faithful! Mirando nuestra guía, leímos que ese géiser era uno de los más espectaculares, pero tan impredecible que las erupciones podían ocurrir entre 8 horas y hasta 5 días… ¡y la erupción sucedió justo en el momento en que estábamos allí! ¡Ciertamente Dios se estaba manifestando a mi esposo tal como se lo había pedido!

Nuestra última parada incluyó varios géiseres donde un caballero se ofreció a tomarnos una fotografía. En el momento en que hizo clic en el obturador, ¡ese géiser se liberó! ¡Experimentamos otro regalo inesperado del tiempo y la bendición perfectos de Dios! Como si disfrutar de la belleza de las increíbles vistas, cascadas, montañas, lagos y ríos no fuera suficiente, ¡también experimentamos un clima hermoso! A pesar de la predicción de lluvia todos los días, ¡solo encontramos unos pocos aguaceros breves y temperaturas agradables tanto en el día y como en la noche!

Había cerrado el círculo de mi estrés y ansiedad recientes. ¡La rendición me llevó sumergirme en la protección de Jesús, así como en la asombrosa maravilla de nuestro Creador! ¡Esa oración que había dicho tantas veces en la misa ciertamente fue contestada! Me protegió, tanto del miedo como de las lesiones graves, y al mismo tiempo me liberó de la ansiedad. De hecho, la espera había resultado ser una esperanza gozosa…. el ancla para mi alma.

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Karen Eberts

Karen Eberts is a retired Physical Therapist. She is the mother to two young adults and lives with her husband Dan in Largo, Florida

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