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Atrapados en la ajetreada y pesada red de la vida cotidiana, ¿será posible mantenernos conectados con Dios?
A veces, parece como si mi fe pasara por las diferentes estaciones del año. En determinadas ocasiones, se abre como las flores del verano bañadas por el sol. Esto suele suceder durante las vacaciones. En otras ocasiones, mi fe se siente como el mundo dormido del invierno: ivernando, sin florecer. Esto es típico durante el año escolar, cuando mi horario no me permite asistir a la adoración diaria, ni tomar mis descansos para orar cada hora; a diferencia de mi itinerario durante el tiempo libre de las vacaciones. Estos meses agitados suelen estar ocupados por clases, quehaceres, actividades y tiempo con familiares y amigos.
Es fácil, en medio del ajetreo y el bullicio, no necesariamente olvidar a Dios, sino dejarlo pasar a un segundo plano. Podemos ir a la iglesia todos los domingos, decir nuestras oraciones e incluso rezar un Rosario diario, pero aún corremos el riesgo de mantener nuestra fe y nuestra vida «normal» separadas. La religión y Dios no deben guardarse estrictamente para los domingos o las vacaciones de verano. La fe no es algo a lo que debamos aferrarnos únicamente en momentos de angustia o a lo que debamos regresar brevemente solo para dar gracias y luego olvidar. Más bien, la fe también debe estar entrelazada con cada área de nuestra vida diaria.
Ya sea que seamos dueños de nuestra propia casa, nos quedemos en una residencia universitaria o vivamos con nuestra familia, hay ciertos trabajos de los que no podemos escapar. Las casas deben estar limpias, la ropa debe lavarse, la comida debe prepararse… Ahora, todas estas tareas parecen necesidades aburridas, cosas que no significan nada, pero aún así tenemos que hacerlas. Incluso ocupan el tiempo que podríamos haber utilizado para entrar a la capilla de adoración durante treinta minutos o asistir a misa diaria. Sin embargo, cuando tenemos niños pequeños en casa que necesitan ropa limpia o padres que regresan a casa después del trabajo y desean encontrar pisos fregados, esta no siempre es una alternativa realista.
Sin embargo, ocupar nuestro tiempo con estas necesidades no tiene por qué convertirse en tiempo quitado a Dios.
Santa Teresa de Lisieux es muy conocida por su “caminito del amor”. Este método se centra en las pequeñas cosas realizadas con inmenso amor e intención. En una de mis historias favoritas de Santa Teresa, ella escribió sobre una olla en la cocina que odiaba lavar (sí, ¡hasta los santos tienen que lavar los platos!). La tarea le resultaba increíblemente desagradable, así que decidió ofrecérsela a Dios. Terminaba la tarea con gran alegría, sabiendo que algo aparentemente sin sentido tenía un propósito al incluir a Dios en la ecuación. Ya sea que estemos lavando platos, doblando la ropa o fregando pisos, cada tarea aburrida puede convertirse en una oración simplemente dedicándola a Dios.
A veces, cuando la sociedad secular mira a la comunidad religiosa, lo hace en el supuesto de que esos dos mundos nunca podrían convivir juntos. Me ha sorprendido saber que tanta gente piensa ¡que no se puede seguir la Biblia y divertirse! Esto no podría estar más lejos de la verdad.
Algunas de mis actividades favoritas incluyen surfear, bailar, cantar y fotografiar; gran parte de mi tiempo lo dedico a hacer cualquiera de ellas. A menudo, bailo música religiosa y creo videos para Instagram combinados con un mensaje de fe en mi pie de foto. He cantado en el coro de la iglesia y me encanta usar mis dones para servir a Dios directamente. Sin embargo, también me encanta actuar en programas como “El mago de Oz”, o fotografiar partidos de fútbol; cosas seculares que me brindan una gran alegría. Este gozo se magnifica aún más cuando ofrezco estas actividades al Señor.
Entre bastidores de un espectáculo, siempre me encontrarás orando antes de mi entrada, ofreciendo la actuación a Dios y pidiéndole que esté conmigo mientras bailo o canto. Simplemente hacer ejercicio para mantenerme en forma es algo que disfruto y valoro para mantener mi salud. Antes de empezar a correr, se lo ofrezco a Dios. A menudo, en medio de esto, pongo mi cansancio en sus manos y le pido fuerza para ayudarme a recorrer el último kilómetro. Una de las formas favoritas de ejercitarme y adorar a Dios es realizar la rigurosa caminata del Rosario, ¡lo que ejercita mi bienestar corporal y espiritual!
A menudo nos olvidamos de encontrar a Dios en otras personas, ¿no es así? Uno de mis libros favoritos es una biografía de la Madre Teresa. El autor, el padre Leo Maasburg, la conoció personalmente. Él recuerda que una vez la vio sumida en oración mientras un periodista se acercaba tímidamente, temeroso de interrumpir para hacer su pregunta. Curioso por saber cómo reaccionaría, el padre se sorprendió al verla dirigirse al periodista con alegría y amor en su rostro en lugar de irritarse. Él comentó cómo, en su mente, ella simplemente había desviado su atención de Jesús a Jesús.
Jesús nos dice: “En verdad les digo que cuanto hicieron a uno de estos más pequeños de mi familia, a mí me lo hicieron”. (Mateo 25,40). Pero Jesús no se encuentra solo en los pobres o los enfermos. Se encuentra en nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestros maestros y compañeros de trabajo. Simplemente mostrar amor, bondad y misericordia a aquellos que se cruzan en nuestro camino puede ser otra forma más de dar amor a Dios en nuestras ocupadas vidas. Cuando horneas galletas para el cumpleaños de un amigo o simplemente sales a almorzar con alguien a quien no has visto en mucho tiempo, puedes traer el amor de Dios a sus vidas y cumplir aún más su voluntad.
En nuestras propias vidas, pasamos por diferentes etapas a medida que envejecemos y crecemos. Las rutinas diarias de un sacerdote o una religiosa serán muy diferentes a las de un laico fiel con una familia que cuidar. Las rutinas diarias de un estudiante de secundaria también serán diferentes a las rutinas que él mismo tendrá, una vez que haya llegado a la edad adulta. Esto es lo hermoso de Jesús: Él nos encuentra donde estamos. Él no quiere que lo dejemos en el altar. Y de la misma manera, Él tampoco nos deja simplemente porque salimos de la capilla. Entonces, en lugar de sentir que has dejado ir a Dios mientras tu vida se vuelve ocupada, encuentra maneras de invitarlo a todo lo que haces y descubrirás que todo en tu vida será lleno de un más grande amor y propósito.
Sarah Barry is a student at the University of St Andrew’s in Scotland pursuing a degree in Biblical Studies. Her love of writing has allowed her to touch souls through her Instagram blog @theartisticlifeofsarahbarry.
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