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Jul 10, 2020 663 0 EL PADRE JOSEPH GILL
Encuentro

P – me siento muy solo en la vida. Estoy desconectado de mi familia y tengo pocos amigos. ¿Cómo puedo encontrar la felicidad si estoy dolorosamente solo?

R- La soledad es dolorosa, pero común, parte de la vida. Un reciente estudio publicado por el gigante farmacéutico Cigna encontró que el 46% de los estadounidenses se sienten solos “a veces o todo el tiempo”, y la mayor tasa de soledad está en los jóvenes (edades 18-22). Por lo tanto, ¡si están solos, sepan que no están solos! (Juego de palabras intencionado).

Todos nosotros, a veces, sentimos soledad. Como sacerdote, ciertamente hay veces cuando siento ese dolor. Para mí, el domingo por la tarde es cuando me siento más solo. El domingo por la mañana las Misas siempre están imbuidas de encuentros gozosos con feligreses devotos y animados, pero cuando todos se van a la casa para estar con sus familias, vuelvo a una rectoría vacía.

Pero cuando eso sucede, intento convertir mi soledad en privacidad. ¿Cuál es la diferencia? La soledad es el dolor de la falta de relación con otros seres humanos. La privacidad es la tranquilidad de estar íntimamente conectado con el Señor. Por más dolorosa que sea, la soledad puede ser una invitación a una profunda intimidad con el Señor. Cuando sentimos ese dolor, ese anhelo por el contacto humano, podemos invitar al Señor a llenar ese vacío. Él es nuestro mejor amigo; Él es el amante de nuestras almas.

¡Y Él sabe lo que es estar solo! Durante su pasión, casi todos sus amigos lo abandonaron, causándole un dolor inmenso a su Sagrado Corazón. Podemos compartir nuestra soledad con Él.

Pero, al mismo tiempo, «no es bueno que el hombre esté solo» (Génesis 2:18). Afortunadamente, somos parte de una comunidad más amplia: el Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Estamos rodeados de nuestra familia de la Iglesia todo el tiempo, no sólo la comunidad terrena de creyentes, sino de los ángeles y los Santos («La Iglesia Triunfante»). Sus vidas pueden inspirarnos y consolarnos. Hay tantos santos con quienes me siento personalmente conectado: San Juan Bosco, San Pancracio, la Madre Teresa de Calcuta. Ellos son mis amigos, aunque en este momento nuestra amistad es en el nivel de «amigos a larga distancia». ¡Cuando solicitó su intercesión, responden con ideas mientras rezan por mí! Pero algún día, espero encontrarme con ellos cara a cara y disfrutar de su compañía para siempre.

Cuando oramos por las santas animas del Purgatorio («La Iglesia sufriente»), también nos conectamos con nuestros seres queridos que se nos han adelantado, y aquellos que no tienen a nadie que los recuerde y rece por ellos porque sufrieron soledad en la tierra. Al ofrecer el dolor de nuestra soledad por ellos y pedirles sus oraciones, transformamos nuestra miseria en mérito.

Además de nuestros amigos en el cielo, “la Iglesia militante» (miembros de la Iglesia aquí en la tierra) también debería proporcionarnos una comunidad. Participa en la iglesia y conocerás gente inspiradora y amable. Quizás hay un estudio bíblico al cual unirte. Puedes participar en un grupo de personas de tu misma edad (o comenzar un grupo si no hay ninguno). Quizás podrías encontrar amigos para ayudar a los demás con los Caballeros de Colón, San Vicente de Paúl, atención y cuidado o algún otro grupo orientado al servicio. A veces tenemos que buscar más allá de nuestra propia parroquia.

¿Hay otras iglesias católicas de la ciudad con actividades vibrantes y una comunidad a la cual te puedas relacionar? He estado en algunas parroquias donde el ambiente comunitario es cálido y cariñoso, y en otros lugares donde hacía falta. Una parroquia, donde estaba asignado, era un lugar muy poco comunitario. Los feligreses venían a misa y salían inmediatamente. Así que, en búsqueda de una comunidad, empecé como voluntario en una escuela católica local donde conocí algunas familias maravillosas que aún siguen siendo mis amigos. ¡Puedo garantizar que la comunidad está «ahí afuera», si tan sólo tenemos la valentía de buscarla!

Para quienes están confinados a sus hogares, las conexiones pueden ser forjadas de otras formas. Quizás empieza a escribir cartas a los prisioneros católicos que necesitan apoyo y aliento. Siempre podríamos tomar el teléfono e iniciar el contacto con los miembros de la familia o viejos amigos. A veces, el solo enviar una inesperada tarjeta de agradecimiento puede re-establecer o profundizar a una amistad.

Aunque la soledad puede ser el catalizador que activa una relación más profunda con Dios, Él también quiere que vivamos en comunión con los demás, apoyándonos mutuamente. Estamos hechos para demostrar nuestro amor a Dios mediante el desarrollo de una comunidad de familiares y amigos a quienes amar y cuidar. Buscalos y los encontrarás.

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EL PADRE JOSEPH GILL

EL PADRE JOSEPH GILL es capellán de escuela secundaria y sirve en el ministerio parroquial. Se graduó en la Universidad Franciscana de Steubenville y en el Seminario Mount Saint Mary. El padre Gill ha publicado varios álbumes de música rock cristiana (disponibles en iTunes). Su primera novela, Days of Grace, está disponible en amazon.com.

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