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Feb 05, 2019 949 0 David Torkington
Encuentro

MI MADRE ERA SACERDOTE

Todos estábamos impactados y devastados cuando mi hermano anunció que quería ser sacerdote, y es que no sólo quería ser sacerdote, sino que quería ser sacerdote cisterciense. Eso quería decir que una vez que saliera de casa, jamás regresaría. Mi madre estaba totalmente pálida. Se sentía orgullosa de que su hijo quisiera ser sacerdote, pero ¿por qué, por qué, también quería ser monje? Ella no sabía qué hacer, pero afortunadamente sí supo a quién recurrir, y ése fue Gus, un amigo de la infancia que también había dejado el hogar para convertirse en sacerdote y monje, y que en ese entonces era el Abad de Belmont.

EL SIGNIFICADO DE LA MATERNIDAD

Gus le dijo que una madre llega a cumplir totalmente con su maternidad cuando por el gran amor que le tiene, permite no sólo que su hijo elija su propia vocación en la vida, sino que lo alienta a que la siga (cualquier cosa que eso signifique). También le comentó que ese había sido el sacrificio de María al dejar que el Hijo que había engendrado tomara su propio camino para responder a la vocación a la que había sido llamado.

Mi madre se sintió mucho mejor después de platicar con Gus, o Abad Williams como le decían entonces. Después de todo, él mismo era sacerdote monje y estaba en posición de consolarla y animarla mejor que nadie. Si bien mi hermano había sido aceptado como prospecto a monje en la Abadía de Mount Saint Bernard, el Abad le había pedido terminar sus estudios en la Sorbona de París donde estaba estudiando. Naturalmente, mi hermano se sentía feliz de haber sido aceptado, porque estaba en la creencia de que su incapacidad no le permitiría ser sacerdote (tenía una pierna más corta que la otra como resultado de la polio que le dio a los seis años).

 

UN TERRIBLE ACCIDENTE

Desgraciadamente mi hermano tuvo un terrible accidente cuando iba de camino a presentar sus exámenes finales. En parte debido al calibrador de hierro que llevaba en la pierna, resbaló por la escalera en el metro golpeándose la cabeza y muriendo instantáneamente. Tenía sólo veintidós años. En ese entonces yo tenía diecisiete, y me sacaron de la escuela para informarme de la tragedia. Cuando llegué a casa encontré a mi madre totalmente inconsolable. Si bien ella ya se había hecho a la idea del sacrificio que se le pedía cuando mi hermano había elegido ser monje, ahora se le pedía hacer uno más, un sacrificio más grande todavía y final, que jamás llegó a imaginar ni por un momento que se le pediría. Una vez más, recurrió al Abad Williams para pedir ayuda espiritual.

 

COMO MARÍA, MI MADRE SE CONVIRTIÓ EN SACERDOTE

El Abad Williams le dijo que ahora se le pedía a ella ser el sacerdote que su hijo no podría llegar a ser, añadiendo que María había sido sacerdote al ofrecer el mayor sacrificio posible: el de su propio Hijo. La vida de María se centró en dar generosamente todo por el Hijo amado al que había dado a luz. Siempre todo había sido para Él,    y después tuvo que entregarlo incluso a Él mismo, convirtiéndose en el sacrificio más perfecto y completo que cualquier madre haya hecho jamás, y lo hizo estando a su lado al pie de la cruz. Mi madre jamás olvidó lo que Gus le dijo. No le quitó el gran dolor que sentía, pero sí le dio sentido y lo hizo soportable. Lo que más la ayudó fue reflexionar en que el sacrificio que ella estaba haciendo, era exactamente el mismo sacrificio que había tenido que hacer María en el Calvario.

 

UNA LECCIÓN APRENDIDA DE MI MADRE

Solamente hay un verdadero sacerdote, y ése es Jesucristo, quien realizó el sacrificio más perfecto que nadie haya podido hacer, el sacrificio de Sí mismo. Nosotros somos sacerdotes porque participamos de su sacerdocio. Durante toda su vida, Jesús se ofreció incondicionalmente a su Padre por el pueblo al que lo envió para servir. Participamos del sacerdocio cuando nosotros también nos ofrecemos al Padre, “por Cristo, con Él y en Él” por la misma familia humana a la que su Hijo vino a servir.

Eso es lo que mi madre llegó a ver y comprender más claramente que nadie más que yo haya conocido, no sólo en la forma en que pensaba, sino en su forma de actuar. Fue una lección que ella tenía que aprender en el momento más doloroso de su vida, cuando tuvo que participar del sacrificio de Cristo exactamente de la misma forma en que María lo había hecho. Las lecciones aprendidas en momentos así jamás se olvidan. Marcan indeleblemente la memoria y determinan la forma en que piensas y actúas por el resto de tu vida, para bien o para mal. En el caso de mi madre, fue para mejor y no para peor, como lo fue con María.

Para ambas, ese terrible calvario significó, de alguna manera, poder profundizar y refinar su maternidad en beneficio de otros hijos que las buscaban para recibir el amor maternal que siempre habían recibido sin medida. Yo lo sé porque así lo experimenté en carne propia, y así sigue siendo. Cuando recuerdo el pasado, lo que más resalta en mi memoria son esas dramáticas demostraciones del sacrificio de mi madre, pero mientras más reflexiono, más me doy cuenta de que toda su vida fue un continuo y generoso sacrificio por su familia, justo como lo fue la vida de María. Cada día de su vida y cada momento de su día lo entregó por sus hijos, en ciento  un formas diferentes mediante las que ejercitó su sacerdocio, como lo hizo María durante su vida en la tierra. No era de sorprender que sus tres hijos quisieran convertirse en sacerdotes; después de todo, ¡habían vivido con uno toda su vida!

RECORDEMOS QUE EL AMOR

VIVE A TRAVÉS DEL SACRIFICIO

Y SE NUTRE AL DAR.

SIN SACRIFICIO, NO HAY AMOR.

– SAN MAXIMILIANO KOLBE

EGOÍSMO Y SACRIFICIO

Cuando la familia se reunía para asistir a misa los domingos, veían a mi madre totalmente absorta en aquello que ellos fácilmente daban por hecho. Su egoísmo les hacía ofrecer muy poco, mientras que ella ofrecía mil y un actos de auto sacrificio realizados durante la semana que terminaba. Eso significa que mi madre recibía en la medida en la que daba porque es en el dar que recibimos, y ella recibía abundantemente con cada semana que pasaba. Eso la ayudó a recibir la fortaleza que necesitaba para seguir dando la semana siguiente, para seguir sacrificándose por esa familia que con tanta facilidad la daba por hecho.

Sin ninguna educación teológica formal, mi madre descubrió por sí misma que la Eucaristía no sólo es un sacrificio, sino también el lugar donde nos podemos ofrecer al Padre en Cristo, con Cristo y a través de Cristo, y que es un alimento sagrado sacrificial en el que recibimos de Aquél a quien hemos ofrecido nuestros sacrificios, el amor que eternamente se derrama exterior e interiormente en todos aquellos que estén dispuestos a recibirlo.

EL HIJO AL QUE SIEMPRE LE LLORABA,

JAMÁS SE CONVERTIRÍA EN EL SACERDOTE

QUE ÉL DESEABA SER,

PERO ELLA SUFICIENTEMENTE

TOMÓ SU LUGAR.

La maternidad para mi madre fue, como para tantas otras generosas y sacrificadas madres, una forma de participar en el misterio central de nuestra fe. Si su muerte cotidiana la unía a la muerte de Cristo, también la abría a recibir el amor que lo levantó de la muerte el primer día de Pascua, empoderándola para compartir lo que había recibido con su familia para quien había entregado todo. El hijo al que siempre le lloraba, jamás se convertiría en el sacerdote que él deseaba ser, pero ella suficientemente tomó su lugar. El sacerdocio que ella ejerció no sólo inspiraría a su propia familia, sino también a otras familias, familias que siguen estando inspiradas, como lo estoy yo, por su brillante ejemplo que jamás se empañará.

LA MUERTE DE MI HERMANO NO FUE EN VANO

La muerte de mi hermano me afectó profundamente, pero su muerte no fue en vano. Me inspiró de tal forma, que he pasado mi vida escribiendo sobre él para difundir la profunda espiritualidad que lo atrajo a la vida monástica con el objeto de alentar a otros también. He pasado gran parte de mi vida escribiendo tres principales obras de espiritualidad. El principal protagonista de cada obra es el ermitaño Peter Calvay, que está totalmente inspirado en mi hermano, Peter Torkington. En mi imaginación, en vez de entrar a la orden cisterciense como era su intención, simplemente lo transferí a las islas Hébridas Exteriores en donde se convirtió en ermitaño y después de profundizar su vida espiritual, comienza a ayudar a otros.

Si Peter se hubiese convertido en monje, su espiritualidad habría sido monástica. Sin embargo, el hecho de vivir como laico le permitió desarrollar una espiritualidad laica profunda basada en la espiritualidad que el mismo Jesús vivió con sus discípulos, que a su vez lo heredarían a la Iglesia primitiva. Por supuesto que esto es de particular ayuda para aquellos lectores modernos que intentan vivir una vida cristiana, en tanto que los que están fuera del contexto de la vida religiosa realmente lo aprecian. Si los libros que he escrito logran ayudarte, como es el caso de más de 300,000 lectores a lo largo de los años, entonces la muerte de mi hermano no habrá sido en vano, ni tampoco la sencilla espiritualidad que aprendimos de nuestra madre.

 

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David Torkington

David Torkington (www.DavidTorkington.com) is a Spiritual Theologian, Author and Speaker, who specializes in Prayer, Christian Spirituality and Mystical Theology. He was educated at the Franciscan Study Centre, England, and the National Catholic Radio and Television Centre, Hatch End, London, where he was later appointed to the post of Dean of Studies. He was extra mural lecturer in Mystical Theology at the Dominican University in Rome (The Angelicum). In addition to giving Retreats and lecturing all over Europe, he undertook five prolonged lecture tours to Africa, mainly Equatorial Africa, speaking on Prayer and Spirituality to Religious, Monks, Diocesan Priests and lay people. His personal spirituality is predominantly Franciscan, his Mystical Theology Carmelite, all welded together with a solid blend of Benedictine moderation. He has sold over 300,000 books in more than twelve different languages. His most successful book is "Wisdom from the Western Isles," the popular "Peter Calvay Trilogy" (Hermit, Prophet, Mystic) re-edited in one volume in which he teaches the reader how to pray, from the very beginning to what Saint Teresa of Avila calls the Mystical Marriage. He is at present working on his latest book, "Wisdom from the Christian Mystics" which will be followed by his autobiography "Injured Innocence." When not writing, he spends time on his boat on the peaceful Beaulieu river in the New Forest, Hampshire, and exploring the Jurassic coast, Dorset. He is a member of The Athenaeum, Pall Mall, London. The three books mentioned in the article are “Wisdom from the Western Isles, Wisdom from Franciscan Italy” and “Wisdom from the Christian Mystics.” All are available from Amazon.co.uk or Amazon.com or from any bookshop.

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