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A menudo, se necesita un maestro para que de un instrumento surjan melodías hermosas.
Era una feroz contienda… había compradores que competían por alcanzar primero todo lo que estaba en oferta. Adquirieron con entusiasmo todos los artículos que se ofrecieron y la subasta estaba por cerrarse, pero quedaba un artículo: un viejo violín.
Ansioso de encontrar un comprador, el subastador sostuvo el instrumento en sus manos y ofreció lo que pensó que era un precio atractivo: «Si alguien estaba interesado, lo vendería por 100 dólares».
Un silencio sepulcral llenó la habitación.
Cuando se hizo evidente que incluso ese precio no convenció a nadie de comprar el viejo violín, redujo el precio a 80 dólares, luego a 50 dólares y finalmente, desesperado, a 20 dólares. Después de otro período de silencio, un anciano que estaba sentado en la parte de atrás preguntó: «¿Puedo echar un vistazo al violín, por favor?» El subastador, aliviado de que alguien estuviera interesado en el viejo violín, aceptó. Al fin, el instrumento de cuerda enfrentaba la posibilidad encontrar un nuevo dueño y un nuevo hogar.
El anciano se levantó de su asiento en la parte trasera del salón, caminó lentamente hacia el frente y examinó cuidadosamente el viejo violín. Sacó su pañuelo, desempolvó la superficie y afinó suavemente las cuerdas hasta que cada una alcanzó el tono correcto.
Solo entonces, colocó el viejo violín entre su barbilla y su hombro izquierdo, levantó el arco con la mano derecha y comenzó a tocar una pieza musical. Cada nota musical del viejo violín penetraba en el silencio de la habitación y bailaba deliciosamente en el aire. Esto dejó impactados a todos, y permanecieron escuchando atentamente lo que salía del instrumento, en las manos de un -para todos era obvio-, maestro.
Tocó un himno clásico familiar. La melodía era tan hermosa que rápidamente encantó a todos en la subasta, y quedaron asombrados. Nunca habían oído hablar o escuchado sobre alguien que tocara una música tan hermosa, y mucho menos con un viejo violín. Y ni por un momento pensaron que les llamaría la atención más tarde, cuando se reanudara la subasta.
Terminó de tocar y tranquilamente devolvió el violín al subastador. Y antes de que el subastador pudiera preguntar a los asistentes en la sala si alguien estaba aún interesado en comprarlo, las manos de todos se habían levantado ya. Después de la improvisada actuación magistral, todos lo querían. El viejo violín que unos minutos antes había sido un objeto no deseado, se convirtió de pronto en el foco de la competencia que recibió las más fuertes ofertas de la subasta. De la oferta inicial de 20 dólares, el precio se disparó inmediatamente a 500 dólares. El viejo violín se vendió finalmente por 10.000 dólares, 500 veces más que su precio más bajo.
Solo pasaron 15 minutos para que el viejo violín pasara de ser algo que nadie quería, a ser la estrella de la subasta. Solo se necesitó un músico maestro para afinar sus cuerdas y tocar una maravillosa melodía. El maestro demostró que algo poco atractivo por fuera guardaba en su interior una invaluable y hermosa alma.
Quizá, tal como sucedió con el viejo violín, nuestra vida normalmente parece no tener mucho valor al principio. Pero si se la entregamos a Jesús, que es el más grande maestro de todos, entonces Él podrá tocar hermosos cantos a través de nosotros y sus melodías asombrarán aún más a los oyentes. Nuestras vidas, entonces, captarán la atención del mundo. Si es el maestro quien mueve el instrumento, todos querrán escuchar la música que Él haga surgir de nuestras vidas.
La historia de este viejo violín me recuerda mi propia historia. Metafóricamente, yo era ese viejo violín, y nadie pensó que yo podría ser útil o que podría hacer algo que valiera la pena con mi vida. Me miraban como si no tuviera valor alguno. Sin embargo, Jesús se compadeció de mí; se dio la vuelta, me miró y me preguntó: «Peter, ¿qué quieres hacer con tu vida?» Le dije: «Maestro, ¿dónde vives?» «Ven y lo verás», me respondió Jesús. Así que fui y vi dónde vivía, y me quedé con Él. El pasado 16 de julio celebré el 30º aniversario de mi ordenación sacerdotal. He conocido y experimentado el gran amor de Jesús por mí… ¿cómo podría agradecerle lo suficiente? Ha convertido el viejo violín en algo nuevo y le ha dado un gran valor.
“Señor, que nuestras vidas se conviertan en tu instrumento musical, como ese viejo violín, para que podamos producir una hermosa música que la gente pueda cantar por siempre, dando gracias y alabanzas a tu maravilloso amor.”
Padre Peter Hung Tran has a doctorate in Moral Theology, and is currently working at the University of Western Australia and St Thomas More College as a Catholic Chaplain.
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