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Tenía pocas expectativas cuando comencé esta oración tan eficaz…
“Oh Teresita del Niño Jesús, por favor, elige una rosa del jardín celestial para mí y envíala como mensaje de amor”. Esta petición, la primera de tres que componen la novena de las Rosas a Santa Teresita del Niño Jesús, llamó mi atención.
Me encontraba sola en una nueva ciudad, anhelando tener nuevos amigos; sola en una nueva vida de fe, deseando tener un amigo y modelo a seguir. Estaba leyendo acerca de Santa Teresita, mi tocaya, sin empatizar mucho con ella. Ella vivió una apasionada devoción por Jesús desde que tenía 12 años, y pidió al Papa entrar en un monasterio carmelita a la edad de 15 años. Mi vida había sido muy diferente.
Santa Teresita se había llenado de celo por las almas, ella rezó por la conversión de un conocido criminal. Desde el interior del convento del Carmelo ella oraba devotamente pidiendo por los misioneros que llevaban el amor de Dios a los sitios más alejados. En su lecho de muerte, esta santa monja de Normandía, dijo a sus hermanas: “Después de mi muerte dejaré caer una lluvia de rosas. Pasaré mi cielo haciendo el bien en la tierra.” El libro que estaba leyendo decía que, desde su muerte en 1897, ella ha bañado al mundo con muchas gracias, milagros, e inclusive rosas. “Tal vez ella me envíe una rosa”, pensé.
Ésta fue la primera novena que recé. No pensé mucho en las otras dos peticiones de la oración: el favor de interceder ante Dios por mi intención y creer intensamente en el gran amor de Dios por mí para que pudiera imitar el “Pequeño Camino de Teresa”. No recordaba cuál era mi petición y tampoco entendía el actuar de santa Teresita, yo estaba enfocada únicamente en la rosa.
En la mañana del noveno día recé la novena por última vez, y esperé. Tal vez un florista me entregaría rosas ese día, o tal vez mi esposo llegaría a casa después del trabajo con rosas para mí. Para el final del día la única rosa que cruzó mi puerta estaba impresa en una tarjeta que llegó en un paquete de tarjetas de felicitación de una orden misionera. Era una rosa de un rojo brillante; ¿era esa mi rosa de parte de Santa Teresita?
De vez en cuando rezaba la Novena de las Rosas nuevamente, siempre con los mismos resultados: Las rosas aparecían en pequeños y escondidos lugares; conocí a una persona llamada Rosa, vi una rosa en la portada de un libro, en el fondo de una foto, en la mesa de un amigo. Eventualmente, Santa Teresita venía a mi mente cada vez que veía una rosa, se había convertido en la compañera de mi vida diaria. Dejando la novena de lado, me encontré a mí misma pidiendo su intercesión en momentos complicados de mi vida; santa Teresita era ahora mi amiga secreta.
Comencé a leer acerca de más y más santos, y quedé maravillada por la gran cantidad de formas en la que esos hombres, mujeres y niños habían vivido su apasionante amor por Dios. Conociendo esta enorme cantidad de personas, de quienes la Iglesia ha declarado con certeza que se encuentran en el cielo, me dio esperanza. En cualquier lugar y en cualquier situación es posible vivir con una heroica virtud; la santidad es posible incluso para mí. Y ahí tenía mis modelos a seguir, ¡muchos de ellos! Traté de imitar la paciencia de san Francisco de Sales, la atención y amable guía que san Juan Bosco tenía para los niños bajo su cuidado y la caridad de santa Elizabeth de Hungría. Estaba agradecida por sus ejemplos que me ayudaron en mi camino; ellos eran conocidos importantes para mí; pero santa Teresita era más que eso, se había convertido en mi amiga.
Eventualmente leí “Historia de un alma”, la autobiografía de Santa Teresita. Fue en su testimonio personal que comencé a entender su camino. santa Teresita imaginaba su espiritualidad como una niña pequeña, capaz únicamente de pequeñas cosas; pero ella adoraba al Padre y hacía cada pequeña cosa con un gran amor, como un regalo para ese Padre que ella amaba. El lazo de amor era más grande que el tamaño o el éxito de las acciones que realizaba, y eso dio un nuevo enfoque a mi vida. Mi vida espiritual se encontraba detenida en ese momento, y pensé que tal vez la visión de santa Teresita podría impulsarla.
Como mamá de una gran y activa familia, mis circunstancias eran muy diferentes a las de santa Teresita. Tal vez podría tratar de afrontar mis actividades cotidianas con la misma actitud amorosa, en lo pequeño y oculto de mi casa, de la misma manera que el convento lo fue para santa Teresita; yo podría tratar de hacer cada tarea con amor. Cada tarea podía ser un regalo de amor para Dios, y también, un regalo de amor para mi esposo, mis hijos, mi vecindario. Con un poco de práctica, cada pañal cambiado, cada comida preparada, y cada carga de ropa que lavaba se convertía en una pequeña ofrenda de amor; mis días se volvieron mucho más fáciles, y mi amor por Dios se hizo más fuerte. Ya no estaba sola.
Al final esto me tomó mucho más que nueve días, pero mi impulsiva petición por una rosa me puso en el camino de una nueva vida espiritual. A través de esto santa Teresita se acercó a mí, ella me atrajo al amor, al amor que es la comunión de los santos en el Cielo practicando su “pequeña manera” y, sobre todo, en un gran amor por Dios. ¡Al final recibí más que una rosa!
¿Sabías que la festividad de Santa Teresita es el 1° de octubre? Feliz fiesta para todas las Teresas.
Erin Rybicki is a wife, mother and epidemiologist. As a home educator with more than twenty-five years of experience, she has been a guest speaker at Michigan Catholic Home educators’ conference. She lives with her husband in Michigan, USA.
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