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Jun 05, 2024 233 0 Molly Farinholt
Encuentro

Lecciones de un corazón de plomo

Un murmullo repetido que viene de arriba, numerosos intentos fallidos… ¡Todos solucionados por una historia infantil!

Existe un maravilloso cuento de Hans Christian Andersen, titulado “El inquebrantable soldadito de plomo”, en el cual encontré un gran placer al leerlo para mi hija, mientras que ella disfrutó grandemente al escucharlo. La breve existencia de este soldadito de plomo de una sola pierna está marcada por enfrentar problema tras problema. Desde lograr salir adelante de una caída de muchos pisos de altura, hasta casi ahogarse al ser tragado por un pez llamado Jonah, este luchador discapacitado llegó a entender el sufrimiento rápidamente. Sin embargo, y a pesar de todo, él no tuvo dudas, ni titubió ni se inmutó. ¡Oh, quién fuera como el soldadito de plomo!

Descubriendo la razón.

Los literalistas y pesimistas podrían atribuir su firmeza al hecho de que está fabricado en plomo. Aquellos quienes aprecian las metáforas dirán que es porque él tiene un profundo conocimiento de su propia identidad. Él es un soldado y los soldados no permiten que el miedo o algo más, los desvíe de su rumbo. Las pruebas deslavaron al soldado de plomo, pero el permaneció inamovible. En ocasiones admitió que, si no fuera un soldado haría tal o cual cosa, como derramar lágrimas por lo que no hizo; pero eso no iría de acuerdo con quien él era. Al final, él quedó atrapado en una estufa donde, recordando a Santa Juana de Arco, resultó envuelto en llamas. Sus restos fueron encontrados más tarde por una sirvienta, reducido a (aunque uno podría decir, transformado en) la perfecta forma de un corazón de plomo. ¡Así es, las llamas que él tan resueltamente resistió, lo moldearon en Amor!

¿Será que todo lo que se requiere para ser firme es el conocer la propia identidad? Entonces, la pregunta es: ¿Cuál es nuestra identidad? Yo soy, y tú eres también, una hija o hijo del Rey del Universo. Si tan solo lo supiéramos y nunca dejáramos de reclamar esta identidad, también nosotros podríamos permanecer firmes en el camino necesario para llegar a ser como el Amor mismo. Si pasáramos nuestros días sabiendo que somos princesas y príncipes vagabundeando por el castillo de nuestro Padre, ¿a qué temeríamos? ¿Qué nos haría temblar, retroceder o desmoronarnos? Ni las caídas, inundaciones o llamas nos harían apartarnos del camino hacia la santidad que ha sido presentado ante nosotros de forma tan amorosa. Somos hijos amados de Dios, destinados a ser santos, con tan solo mantener el rumbo. Las pruebas se convertirán en alegrías, porque no nos sacarán de nuestro camino; si las soportamos bien, ¡al final nos transformarán en lo que anhelamos ser! Nuestra esperanza y alegría puede permanecer para siempre; pues aun cuando todo lo que nos rodeara fuera dificultad, todavía somos amados, elegidos y creados para estar con el Padre Celestial por toda la eternidad.

¡Sufrimiento en alegría!

Cuando el Ángel Gabriel, en su misión de recibir la fe de María, se da cuenta de su temor, él le dice: “No temas, has encontrado gracia delante de Dios” (Lucas 1, 30) ¡Qué noticia tan gloriosa! ¡Y qué glorioso es que también nosotros hemos encontrado gracia delante de Dios! Él nos creó, nos ama y desea que estemos con Él siempre. Así que, a imitación de María necesitamos no tener miedo, sin importar qué dificultad se atraviese en nuestro camino. María aceptó firmemente todo lo que se presentó en su camino, sabiendo que la Providencia de Dios es perfecta y que la salvación de toda la humanidad estaba ya a la mano. Ella se paró a los pies de la cruz en los momentos de mayor sufrimiento y permaneció ahí. Al final, aunque el corazón de María fue traspasado por muchas espadas, fue asunta al cielo y coronada Reina del cielo y de la tierra, para estar con el Amor para siempre. Su firme y amorosa resistencia a través del sufrimiento allanaron el camino hacia su reinado.

Sí, el dolor de La Pietà se convirtió en la gloria de la Asunción. El martirio de tantos hombres y mujeres santos los convirtió en parte de la hueste celestial que alaba al Señor por siempre. Como nuestra Madre y los santos, nosotros debemos aceptar la gracia de permanecer firmes, de mantenernos erguidos en medio del dolor, de las llamas y todas las demás circunstancias que intentan desviarnos de los brazos abiertos del Señor. Que estemos firmemente arraigados en nuestra identidad de hijos, hechos a imagen del Padre. Que nosotros, como escribió una vez el renombrado poeta Tennyson: “¡Seamos fuertes en la voluntad de esforzarnos, buscar, encontrar y no ceder!”. Que, después de todo, seamos como el Amor.

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Molly Farinholt

Molly Farinholt is a wife, mother, homemaker, and writer. She lives with her husband and children in Virginia, where they serve on a mission with the FOCUS ministry.

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