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No importa lo duro que sean los tiempos difíciles; si logras sostenerte, nunca serás sacudido…
Vivimos tiempos oscuros y confusos. El mal nos rodea y satanás está haciendo todo lo que puede para destruir nuestra sociedad y el mundo en que vivimos. Mirar las noticias aunque sea por unos minutos puede ser muy descorazonador. Justo cuando piensas que esto no puede ser peor, escuchas sobre alguna nueva atrocidad o maldad en el mundo. Es fácil desanimarse y perder la esperanza.
Pero como cristianos estamos llamados a ser personas de esperanza. ¿Cómo podría ser esto posible?
Tengo un amigo que es originario de Rhode Island; cierto día del padre, su hijo le regaló una gorra con la imagen de un ancla y la cita “Hebreos 6, 19” bordada en ella. ¿Cuál era su significado? La bandera oficial de Rhode Island tiene un ancla con la palabra “esperanza” escrita en ella. Es una referencia a Hebreos 6, 19 que dice: “Tenemos esta esperanza que mantiene firme y segura al alma; es una esperanza que ha penetrado hasta detrás del velo en el templo celestial.”
La carta a los Hebreos fue escrita a personas que sufrían una gran persecución. Reconocer que eran cristianos significaba sufrir o morir, tortura o exilio. Como era tan difícil, muchos perdieron la fe y se preguntaron si valdría la pena seguir a Jesucristo. El autor de la carta a los Hebreos, trataba de animarlos a mantenerse fieles, a perseverar, a creer que sí valdría la pena. Él escribió a sus lectores que la esperanza en Jesús era su ancla.
Cuando cursaba mi educación superior en Hawaii, formaba parte de un programa que enseñaba biología marina a los estudiantes. Pasamos varias semanas viviendo y trabajando en un velero. En la mayoría de los lugares a los que navegamos, había algún muelle o embarcadero donde podíamos amarrar el bote para asegurarlo a la tierra. Pero hubo algunas preparatorias remotas que no se encontraban cercanas a algún puerto o bahía con embarcadero. En esos casos tuvimos que usar el ancla del bote: un objeto de metal pesado con garfios afilados. Cuando uno tira el ancla al agua, esta queda sujeta al fondo del mar, impidiendo al bote alejarse flotando.
Podemos ser como los botes, flotando mientras somos lanzados de un lado a otro por las olas y mareas de la vida diaria. Escuchamos en las noticias sobre los ataques terroristas, tiroteos en iglesias y escuelas, malos fallos judiciales, malas noticias en nuestras familias o desastres naturales. Hay muchas cosas que pueden sacudirnos y hacernos sentir perdidos y llenos de desesperación. A menos que tengamos un ancla para nuestras almas, seremos sacudidos y no tendremos paz.
Pero para que un ancla funcione, necesita anclarse en algo sólido e inamovible. Un bote podrá tener la mejor y más fuerte ancla disponible en el mercado, pero a menos que haya quedado anclada con algo firme y seguro, el bote se moverá y alejará con la siguiente ola o marea.
Muchas personas tienen esperanza; pero ponen su esperanza en su cuenta bancaria, en el amor de su pareja, en su buena salud, o en su gobierno. Ellos dirán cosas como: “Mientras tenga mi casa, mi trabajo, mi carro, todo estará bien; mientras todos en mi familia tengamos salud, todo estará bien.” Pero ¿te das cuenta de lo incierto que puede ser esto? ¿Qué pasará si pierden el trabajo, o alguien de su familia se enferma, o si la economía falla?; entonces ¿perderán su fe en Dios?
Recuerdo cuando mi padre enfrentaba su batalla contra el cáncer, durante los últimos años de su vida; era un tiempo tormentoso y de mucha turbulencia para nuestra familia, ya que en cada chequeo médico escuchábamos de manera alternativa, buenas y malas noticias. Tuvimos que llevarlo en varias ocasiones al área de urgencias; incluso en una ocasión se le trasladó a otro hospital por transporte aéreo para una cirugía de emergencia. Sentí todo esto como una sacudida tras otra; sentía que se movía el suelo que pisaba, mientras veía a mi papá sufriendo y cada vez más enfermo y débil; y me encontré a mí misma orando:
“Señor, estoy perdiendo la esperanza; ¿dónde estás?”
Mientras me senté ahí calladamente, comencé a darme cuenta de que estaba poniendo mi esperanza en la recuperación de mi papá. Por eso me sentía tan sacudida e insegura. Pero Jesús me estaba invitando a poner mi esperanza, mi ancla en Él. El Señor amaba a mi papá mucho más de lo que yo jamás podría haberlo amado. Jesús estaba con él, acompañándolo en esta difícil hora. Dios le daría a mi papá lo que necesitara para correr bien su carrera hasta el final, cuando fuera que eso sucediera. Necesitaba recordar eso y poner mi esperanza en Dios y en el gran amor que Dios le tenía a mi papá.
Mi papá partió a la casa del Padre algunas semanas después, rodeado de amor, muchas oraciones, y de la ternura y los cuidados de mi mamá. Murió con una gentil sonrisa en su rostro; estaba listo para ir con el Señor, buscando ver al fin a su Salvador cara a cara; y yo estaba en paz con eso, lista para dejarlo ir.
La esperanza es un ancla; pero el ancla será tan sólida como el anclaje que haya logrado con algo sólido. Si nuestro anclaje se ha asegurado en Cristo, quien ha cruzado el velo delante de nosotros, y se encuetra esperándonos… entonces no importa que tan altas sean las olas, no importa que tan salvaje sea la tormenta alrededor de nosotros, permaneceremos inamovibles y no nos arrastrará la corriente.
Ellen Hogarty is a spiritual director, writer and full-time missionary with the Lord’s Ranch Community in New Mexico. She blogs at cacklescorner.com.
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