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Pregunta: He estado sufriendo depresión durante algunos años; algunas personas me dicen que esto se debe a la falta de fe. A veces siento que tienen razón, ya que me resulta difícil rezar o incluso aferrarme a la fe. ¿Cómo se supone que yo, como cristiano practicante, debo lidiar con esto?
Respuesta: Existe mucha superposición e interconexión entre lo psicológico y lo espiritual. Lo que pensamos que afecta nuestra alma y nuestro estado espiritual, a menudo impacta nuestra paz interior y bienestar.
Dicho esto, entendamos que los dos, no son lo mismo. Es perfectamente posible estar tremendamente cerca de Dios, incluso crecer en santidad, y aun así estar plagado de una enfermedad mental. Entonces, ¿cómo sabemos la diferencia?
Aquí es donde un consejero o terapeuta cristiano, y un director espiritual, pueden ser de gran ayuda. Es difícil autodiagnosticarse una enfermedad mental; la mayoría de las personas piensan que es necesario que un profesional centrado en Cristo evalúe sus luchas para ver las raíces. Con frecuencia, para abordar los problemas subyacentes, los problemas de salud mental deben tratarse mediante una combinación de tratamiento psicológico y espiritual juntos.
¡Buscar ayuda no indica falta de fe! ¿Trataríamos una enfermedad corporal de esa manera? ¿Se le diría a alguien que sufre de cáncer ya que ‘no ha orado por su sanación con suficiente fe’? ¿O le diríamos a alguien que necesita una cirugía mayor, que visitar a un médico sería falta de fe? Al contrario. Dios a menudo obra la sanación a través de las manos de médicos y enfermeras. Esto es tan cierto para las enfermedades mentales, como para las enfermedades físicas.
Las enfermedades mentales pueden ser causadas por varias razones: desequilibrio bioquímico, estrés o trauma, patrones de pensamiento poco saludables… ¡Nuestra fe reconoce que Dios a menudo trabaja para sanarnos a través de las ciencias psicológicas! Sin embargo, además de buscar ayuda, recomiendo tres cosas que pueden ayudar a sanar.
Las enfermedades mentales pueden dificultar la oración, pero debemos persistir. ¡Gran parte de la oración es simplemente estar! San Juan de la Cruz anotaba en su diario espiritual lo que le sucedía durante la oración, y durante años escribió una sola palabra cada día: «Nada». ¡Él fue capaz de alcanzar las alturas de la santidad incluso cuando nada «sucedió» en su oración! De hecho, ser fieles a la oración a pesar de la sequedad y el vacío, muestra una fe más profunda, porque significa que realmente creemos, ya que estamos actuando de acuerdo con lo que sabemos (Dios es real y está aquí, así que oro… aunque no sienta nada).
Por supuesto, la Confesión y la Eucaristía también son de gran ayuda para nuestra vida mental. La confesión nos ayuda a liberarnos de la culpa y la vergüenza, y la Eucaristía es un encuentro poderoso con el amor de Dios. Como dijo una vez la Madre Teresa: «La cruz me recuerda cuánto me amaba Dios entonces; la Eucaristía me recuerda cuánto me ama Dios ahora».
Podemos cambiar nuestro ‘pensamiento pestilente’ por las promesas positivas de Dios. Cada vez que nos sintamos inútiles debemos recordar que «Dios nos escogió en Cristo desde antes de la fundación del mundo» (Efesios 1, 4). Si sentimos que la vida nos está deprimiendo, recordemos que «Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman» (Romanos 8, 28). Si nos sentimos solos, recordemos: «Dios ha dicho: «Nunca te dejaré ni te abandonaré» (Hebreos 11, 5). Si sentimos que la vida no tiene propósito, recordemos que nuestra vida está destinada a glorificar a Dios (cf. Isaías 43, 6-7) para que podamos gozarnos en su presencia por la eternidad (cf. Mateo 22, 37-38). Enraizar nuestra vida en las verdades de la fe, nos ayudará a contrarrestar las mentiras que tan a menudo atrapan nuestra mente, cuando sufrimos una enfermedad mental.
Realizar obras de misericordia será una poderosa manera de impulsar nuestra salud mental. Muchas veces podemos estar «atrapados en nosotros mismos» a través de la depresión, la ansiedad o las experiencias traumáticas. El voluntariado nos ayuda a salir de ese solipsismo. La ciencia ha demostrado que hacer el bien a los demás libera dopamina y endorfinas, sustancias químicas que conducen una sensación de bienestar. Da significado y propósito a nuestra vida, y nos conecta con los demás, disminuyendo así el estrés y dándonos alegría. También, trabajar por los necesitados nos llena de gratitud, ya que nos hace conscientes de las bendiciones que hemos recibido de Dios.
En resumen, tus problemas de salud mental no son necesariamente una señal de que te falta fe. Sin duda, te animamos a ver a un terapeuta cristiano que te ayude a encontrar cómo mejorar tu salud espiritual y mental. Pero también recuerda que tu fe puede darte herramientas para lidiar con la salud mental. E incluso si la lucha continúa, debes saber que tus sufrimientos pueden ser ofrecidos al Señor como sacrificio, entregándole, de esta manera, un regalo de amor y santificándote.
EL PADRE JOSEPH GILL es capellán de escuela secundaria y sirve en el ministerio parroquial. Se graduó en la Universidad Franciscana de Steubenville y en el Seminario Mount Saint Mary. El padre Gill ha publicado varios álbumes de música rock cristiana (disponibles en iTunes). Su primera novela, Days of Grace, está disponible en amazon.com.
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