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May 21, 2024 120 0 Antony Kalapurackal
Evangelizar

¡Comienza por ti!

A veces es fácil ver las fallas de los demás, pero muy difícil encontrar al verdadero culpable.

Un día encontré una multa pegada en el parabrisas de mi auto. Era una infracción de $287 dólares por bloquear la entrada de un estacionamiento. Me molesté y mi mente se llenó de pensamientos que buscaban justificarme.

No paraba de pensar: «¡Fueron solo unos centímetros! ¿No estaba cerrado el garaje? No parecía que estuviera en uso. Alguien más estaba estacionado delante de mí, bloqueando la mayor parte de la entrada. No había espacio disponible para estacionarme, así que tuve que hacerlo a medio kilómetro de mi destino.»

Antes de la caída

¿Por qué estaba dando tantas excusas? Claramente había violado las reglas para estacionarme y ahora tenía que enfrentar las consecuencias. Sin embargo, siempre ha sido mi primer instinto intentar defenderme cada vez que cometo un error. Tengo bien arraigado este hábito, y me pregunto dónde se originó.

Bueno, la verdad es que se remonta al jardín del Edén. Tal vez sea solo otra excusa pero me incliné a creer que el primer pecado no fue la desobediencia o la falta de confianza en Dios, sino evadir la responsabilidad.

¿Por qué? Cuando Adán y Eva cayeron en la trampa de la serpiente, nunca habían experimentado el mal, ni probado el fruto del árbol del conocimiento. Solo conocían a Dios; entonces, ¿cómo podrían reconocer que la serpiente era mala y mentía? ¿Qué era para ellos una mentira? ¿Podríamos esperar que desconfiaran de la serpiente? ¿No eran como bebés de seis meses tratando de jugar con una cobra?

Sin embargo, las cosas cambiaron después de que comieron el fruto prohibido. Se les abrieron los ojos y se dieron cuenta de que habían pecado. Aun así, cuando Dios les preguntó al respecto, Adán culpó a Eva y Eva culpó a la serpiente. ¡No es de extrañar que tendamos a hacer lo mismo!

Una preciosa oportunidad te espera

El cristianismo, en cierto modo, es simple. Se trata de ser resposables de nuestros pecados. Dios solo nos pide que asumamos la resposabilidad de nuestras malas acciones.

Cuando inevitablemente caemos, la acción más apropiada para un cristiano es asumir toda la responsabilidad del error, acudir a Jesús y ofrecer una disculpa incondicional. No hace falta decir que asumir la responsabilidad también implica el compromiso personal de esforzarnos al máximo para no repetir el error. Jesús mismo asume la responsabilidad y la resuelve con el Padre a través del valor incalculable de su Sangre Preciosa.

Imagina que alguien de tu familia cometió un error que resultó en una gran pérdida financiera. Si supieras que tu banco está dispuesto a reembolsar la pérdida al recibir una declaración, ¿perderías tu tiempo culpando a los demás por el error?

¿Somos realmente conscientes de la preciosa oportunidad que tenemos en Cristo?

No caigamos en la trampa de Satanás, que se inclina a culpar. En cambio, hagamos un esfuerzo consciente por no señalar con el dedo a los demás, sino correr hacia Jesús cuando tropecemos.

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Antony Kalapurackal

Antony Kalapurackal serves in the Editorial Council of Shalom Tidings. Antony lives in Brisbane with his wife Vinita and children Abiel, Ashish, and Lucina.

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