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Hace algunos años vi un increíble programa en la televisión. Los productores habían llevado a cinco hombres a la costa del Golfo de Centroamérica para realizar una excursión
atravesando la selva hasta la costa del Pacífico, y lo que lo
hacía interesante era que los cinco sufrían de algún tipo de discapacidad: un tipo alto, afro-americano, estaba en una silla de ruedas habiendo perdido la movilidad de las piernas por la polio; otro estaba ciego; otro era sordo; el cuarto sufría de depresión crónica y el último tenía dificultades con el aprendizaje. el equipo de camarógrafos siguió la excursión a través de la selva captando todos los detalles. Llegó un momento en que el sordo le tomó
la mano al ciego para guiarlo, el equipo animó al depresivo
para seguir adelante, y todos ayudaron al de la silla de ruedas a subir cuesta arriba por una colina lodosa y luego a cruzar un río bastante crecido. Fue algo fascinante de observar, y para mí, todo el programa fue un recordatorio de la peregrinación que hacemos todos juntos a través de esta vida.
Después de un día particularmente penoso, entrevistaron al hombre que iba en la silla de ruedas: “¿Por qué está haciendo esto?” le preguntó el entrevistador. aquel hombre grande que apenas cabía en su silla de ruedas, abriendo ampliamente los ojos contestó con una voz profunda: “¡Por la hermosa lucha, hermano! ¡Por la hermosa lucha!”
aquí hay una gran verdad: es muy triste que gran parte de nuestra sociedad norteamericana se vea consumida por el vehemente deseo de evitar ‘la hermosa lucha’ en vez de soportarla o superarla. Simplemente pensemos en todo ese dinero, tiempo y esfuerzo que se gasta intentando crear mundos perfectos del tipo de Disneylandia; en todo ese dinero, tiempo y esfuerzo que todos empleamos para inventarnos mundos que resultan “prácticamente perfectos -y realmente plásticos- en todas sus formas.” ¿Qué pasaría si ese mismo dinero, tiempo y esfuerzo lo empleáramos en enfrentar la hermosa lucha para conquistar los problemas en vez de resanar grietas y rellenar hoyos pretendiendo que éstos no existen? ¿Qué pasaría si nos comprometiéramos en la hermosa lucha con el verdadero puño de un guerrero y la valentía de un campeón? Frecuentemente, sin embargo, esa determinación, valentía y puño la empleamos sólo para golpear al otro, para encaramarnos en su lomo y coronarnos como ganadores por encima de los demás, con el único fin de obtener más dinero y premios de plástico.
He aquí otro gran ejemplo: Philipe Croizon es un francés a quien le amputaron cuatro dedos después de haber sufrido un accidente eléctrico, y a pesar de eso, se armó de valor y entusiasmo para aventurarse a cruzar el Canal inglés a nado, así como otras distancias kilométricas que hizo…¡es la hermosa lucha, hermano!
Lo mismo sucede con los combates espirituales. ¡Cuántas veces buscamos la iglesia perfecta, en vez de intentar ser nosotros mismos cristianos perfectos; con qué frecuencia queremos
recibir consolaciones espirituales o alguna dulce experiencia mística; cuán ávidos estamos de querer encontrar este tipo de ‘Disneylandia religiosa’ donde todo es perfecto y está pintado
con aerosol y plástico! Innumerables angustias y problemas nos provocamos queriendo hallar o construir este tipo de utopías falsas, en lugar de enfrentar las dificultades de la vida tal y como vienen, y aprender a soportarlas o superarlas.
Lo cierto es que es precisamente en medio de las dificultades y las luchas que estamos más cerca de Dios y Él de nosotros; es en el hecho de soportarlas y superarlas que estamos más cerca de la experiencia de los evangelios. ¿Qué le pasó a Jesucristo? Desde el primer momento de su nacimiento se vio inmerso en la hermosa lucha. Los evangelios relatan que después de ser bautizado, fue ‘llevado’ al desierto con el objeto de superar las tentaciones y entrar en la hermosa lucha, y a partir de ese momento Jesús se enfrentaría a diario con batallas y conflictos.
Por lo tanto, ármate de valor en este día, y si estás a punto de ‘ensuciarte’ las manos y la vida se te presenta confusa, ten por seguro que es: ¡la hermosa lucha, hermano; la hermosa lucha! a final de cuentas, de eso se trata la vida: es una hermosa lucha para elevar a un alma…a la santidad.
¿Qué estás esperando?
PadRE dWight longEnECkER (www.DwightLongenecker.com) el padre es un popular conferencista, conductor y blogger.
Father Dwight Longenecker is a former Evangelical, then an Anglican priest, and now a Catholic priest. Visit his website at www.DwightLongenecker.com to browse his books and to be in touch. Article originally appeared at www.aleteia.org. Reprinted with permission.
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