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Jun 05, 2024 125 0 Sean Booth, Reino Unido
Encuentro

¡Volemos una cometa!

Mantén tus oídos abiertos a los más ligeros impulsos de la naturaleza… Dios está hablándote todo el tiempo.

Dios está tratando constantemente de comunicar su mensaje de amor hacia nosotros: en las cosas pequeñas, en las cosas grandes… en todo. Con frecuencia, el ajetreo de la vida nos lleva a perdernos lo que Él está tratando de decirnos en ese preciso momento, o después. Nuestro amoroso Dios anhela que vayamos hacia Él en el silencio de nuestros corazones. Es ahí, en donde verdaderamente podemos encontrarlo y empezar a fomentar nuestra relación con Él: escuchando al “buen maestro” (Juan 13, 13). Santa Teresa de Calcuta enseñaba que: “Dios habla en el silencio de nuestros corazones”. La Escritura también nos enseña, que fue únicamente después de que un viento tempestuoso, un terremoto y el fuego habían desparecido, que Elías pudo escuchar y entender a Dios a través de “su apacible y delicada voz” (1ª Reyes 19, 9-18).

El Poder que nos mueve

Recientemente, fui con mi sobrina a la playa en el Norte de Gales; queríamos volar una cometa juntas. A medida que el mar ser iba alejando, fuimos desenrollando la cuerda sobre la arena. Lancé la cometa hacia el aire mientras mi sobrina salió corriendo tan rápido como podía, sosteniendo el asa. La playa estaba parcialmente rodeada por acantilados, por lo que, a pesar del fuerte viento y las olas, la comenta no se quedaba en el aire por mucho tiempo. Ella empezó a correr nuevamente, esta ocasión aún más rápido; tratamos una y otra vez. Después de algunos intentos, nos dimos cuenta de que eso no iba a funcionar.

Miré alrededor y vi que, en la parte alta de los acantilados había un campo abierto con mucha tierra. Así que, juntas, escalamos más arriba. Mientras empezábamos a desenredar la cuerda nuevamente, la comenta comenzó a moverse; mi sobrina sostuvo fuertemente el asa. Antes de darnos cuenta, la cometa estaba completamente extendida y volando muy alto. Lo bueno de esta vez fue que las dos pudimos disfrutar ese momento juntas con el mínimo esfuerzo. La clave fue el viento, pero el hecho de poder elevar la cometa se logró al conseguir un lugar donde el viento pudiera soplar realmente. La alegría, las risas, la diversión y el amor compartido en ese momento no tuvieron precio. El tiempo parecía haberse detenido.

Aprendiendo a volar alto

Más tarde, mientras oraba, aquellos recuerdos volvieron a mí, y sentí que me estaban enseñando poderosas lecciones de fe, especialmente acerca de la oración. En la vida podemos intentar hacer cosas con nuestras propias fuerzas; y hay algo en nuestra caída naturaleza humana que nos lleva a querer tener el control. Es como estar al volante de un auto; podemos confiar en Dios y permitirle que nos guíe, o podemos ejercitar nuestro libre albedrío. Dios nos permite tomar el timón de nuestra vida si lo deseamos y decidimos hacerlo; pero a medida que viajamos con Él, vemos que no desea que tratemos de hacerlo todo por nuestra propia cuenta, y que Él tampoco quiere hacerlo todo por sí mismo. Dios desea que hagamos todo a través de Él, con Él y en Él.

El acto mismo de orar es ya un don en sí mismo, pero requiere de nuestra cooperación. Es una respuesta a su llamado, pero la decisión de responder es nuestra. San Agustín nos dio una enseñanza poderosa al escribir que necesitamos: “reconocer nuestra voz en Él y su voz en nosotros” (CIC 2616). Esto no solo se aplica a la oración sino a todo en la vida.

Es cierto que Jesús a veces nos permite trabajar «toda la noche» y «no pescar nada». Pero esto nos lleva a darnos cuenta de que solo a través de su guía lograremos lo que deseamos; e infinitamente más cuando abrimos nuestro corazón para escucharlo (Lucas 5, 1-11).

Si vamos a volar alto necesitamos el viento del Espíritu Santo, el aliento de Dios que nos transforma y nos eleva (Juan 20, 22). ¿No fue el viento del Espíritu Santo el que descendió sobre los temerosos discípulos en el aposento alto en Pentecostés, transformándolos en predicadores y testigos de Cristo llenos de fe e intrépidos (Hechos 1-2)?

Buscando con todo el corazón

Es esencial reconocer que la fe es un don al que debemos aferrarnos (1 Corintios 12, 4-11); de lo contrario, podríamos enredarnos en situaciones difíciles en el mundo, de las que podría ser imposible liberarnos sin su gracia. Debemos continuar esforzándonos para alcanzar mayores alturas a través del poder del Espíritu Santo, para «buscar al Señor y vivir» (Amós 5, 4, 6). San Pablo nos exhorta a «alegrarnos siempre, orar constantemente, dar gracias en toda circunstancia; porque esta es la voluntad de Dios para nosotros en Cristo Jesús» (1 Tesalonicenses 5,16-18).

Por lo tanto, el llamado es para que cada creyente entre más profundamente en la oración creando el espacio para el silencio, eliminando todas las distracciones y bloqueos, y luego permitiendo que el viento del Espíritu Santo realmente sople y se mueva en nuestras vidas. Dios mismo nos invita a este encuentro con la promesa de que Él responderá: «Clama a mí, y yo te responderé y te revelaré grandes cosas y secretas que tú desconoces» (Jeremías 33, 3).

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Sean Booth

Sean Booth is a member of the Lay Missionaries of Charity and Men of St. Joseph. He is from Manchester, England, currently pursuing a degree in Divinity at the Maryvale Institute in Birmingham.

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