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Abr 12, 2023 401 0 Betsey Sawyer Estrade
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El Mar de la Misericordia

«Ten piedad de mí, oh, Señor, que soy un pecador».

Estas palabras han sido el grito de batalla de mi vida. Incluso en mis primeros años, eran mi lema, cuando ni siquiera me daba cuenta de ello.

Misericordia, si Dios tuviera un segundo nombre, sería «Misericordia».

La misericordia sostenía mi mano cada vez que entraba en el confesionario.

La misericordia me salvó una y otra vez, mientras envolvía mi alma y me perdonaba.

Mi viaje de fe comenzó hace décadas cuando mis padres eligieron para mí lo que yo aún no podía elegir para mí misma: el bautismo en la Iglesia Católica.

Fui criada para distinguir el bien del mal (sufriendo consecuencias de cuando me desvié del camino). Mis padres tomaron sus roles muy en serio y se complacían de enseñarme acerca de Jesús y la Iglesia. Eran las manos de Dios en mi vida, formando mi conciencia a través de su gracia.

A medida que crecía, tenía más hambre y sed de Él. Sin embargo, el mundo y mis propias luchas con el miedo y la ansiedad se interpusieron en el camino.

La vacilación entre lo bueno y lo malo plagaron mi vida durante años. Lo llamé «caminar por la cuerda floja entre el cielo y el infierno». Durante la universidad, recuerdo estar borracha a la 1:00am en el baño de un bar, tomando mi bebida mientras rezaba el rosario, temerosa incluso de perderme de rezarlo un día.

Cuando miro hacia atrás en momentos como éste que ilustran mi estira y afloja interno, recordaba la misericordia. Sabía a quién pertenecía, pero estaba tentada a deambular.

La lucha innata causada por el pecado original impregna nuestras vidas, ya sea que podamos nombrarlo o no. A nuestro deseo más profundo de Cristo se oponen las seducciones del mundo y del maligno. Sin embargo, la misericordia me ha sacado de la cuneta del pecado, me ha limpiado de la suciedad y me ha lavado de nuevo.

La misericordia ha esperado mi llamada, sentada junto al teléfono a todas horas de la noche hasta que estuve lista para ser recogida y llevada a casa.

La misericordia me ha librado de hundirme, apoyándome como un chaleco salvavidas.

La misericordia ha escuchado los gritos, las lágrimas, las palabras de enojo, y me ha abrazado mientras me reestablecía.

La misericordia me ha sostenido pacientemente mientras luchaba una y otra vez.

La misericordia es el fin, el comienzo, mi todo.

El Dios de la misericordia me ha esperado, me ha perseguido y me ha perdonado desde que lo conozco.

Y por su gracia, Él me ha asegurado que Él siempre está allí, con los brazos extendidos, amando y perdonando una y otra vez.

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Betsey Sawyer Estrade

Betsey Sawyer Estrade is a licensed financial advisor and life coach on the Mississippi Gulf Coast. Her greatest joy this side of Heaven is being a wife and mother.

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