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Oct 20, 2018 1586 0 John McCloskey
Encuentro

7 HABITOS DE LA GENTE SUMAMENTE APOSTÓLICA

Existen varias formas de conocer a Jesús, porque el deseo de uno es llegar a conocer, amar y servir a Jesús de la misma forma que uno aprende a amar y seguir amando a cualquier persona: la esposa, los miembros de la familia, los amigos cercanos. La forma de lograrlo es conviviendo con la gente y dedicándole tiempo regularmente y, en el caso de Jesús, diariamente. La recompensa o paga, por así decirlo, es la única y verdadera felicidad que existe en esta vida, y la visión de Dios en la próxima. No hay substitutos fáciles: la santificación es un trabajo de toda la vida y se requiere de nuestra determinación y esfuerzo para cooperar con la gracia santificante de Dios que nos llega a través de los Sacramentos.

Los 7 hábitos diarios que les propongo a ustedes son los siguientes:

  1. Ofrecimiento matutino
  2. 15 minutos de oración mental (como mínimo)
  3. Lectura espiritual (Nuevo Testamento y un libro espiritual sugerido por el director espiritual)
  4. Santa Misa y comunión
  5. Recitación del “Angelus” a medio día
  6. El Santo Rosario
  7. Breve examen de conciencia en las noches

Estos son los medios principales para adquirir la santidad. Si eres uno de los que quiere llevar a Cristo a los demás con tu amistad, necesitarás practicar los medios anteriores para llenarte de energía espiritual y poder lograrlo, ya que la acción apostólica sin los Sacramentos y sin una sólida y profunda vida interior, a la larga, resulta ineficaz. Puedes estar seguro de que todos los santos, de una u otra forma, incorporaron todos estos hábitos en su rutina diaria, y tu meta debe enfocarse en llegar a ser como ellos: contemplativos en medio del mundo.

PUNTOS IMPORTANTES

En primer lugar, no olvides que, al igual que cualquier dieta o programa físico de ejercicio, la superación de los hábitos cotidianos es un trabajo gradual y progresivo, y por lo tanto no esperes incluir en tu agenda diaria los siete o, incluso, dos o tres de golpe, del mismo modo que no intentarías correr 5 kilómetros si no lo has hecho regularmente, o no intentarías tocar a Liszt después de tu tercera lección de piano. El apresurarse a hacerlo sólo sería una invitación para el fracaso, y Dios quiere que lo hagas tanto a tu paso como al de Él. Sería recomendable que trabajaras de cerca con tu consejero espiritual para que, de una forma gradual y fructífera, fueras incorporando los hábitos a tu vida durante el periodo de tiempo que se ajuste a tu situación particular, y hasta podría ser necesario que, por tus circunstancias de vida, se requiera hacer una pequeña modificación de los 7 hábitos.

En segundo lugar, es preciso que al mismo tiempo hagas un compromiso firme -con la ayuda del Espíritu Santo y tus intercesores especiales- para que estos hábitos sean una prioridad en tu vida, es decir, mucho más importantes que las comidas, que el sueño, el trabajo y la recreación, y aprovecho para aclarar que los hábitos no se pueden adquirir a la ligera: esa no es la relación que deseamos tener con las personas que amamos. Por lo tanto, deberán practicarse cuando estemos más alertas durante el día, en un lugar silencioso y sin distracciones y donde sea fácil ponernos en la presencia de Dios para dirigirnos a Él; después de todo ¿acaso la vida eterna no es más importante que la vida temporal? En el momento de tu juicio particular, no quedará más que el amor que albergaste en tu corazón por Dios.

Tercero: quiero subrayar que la práctica diaria de los siete hábitos no es un juego en el que acabes en ceros, es decir, que no estarás perdiendo tiempo sino todo lo contrario: lo estarás ganando. Jamás he conocido a una persona que viviendo los hábitos diariamente se haya convertido en un trabajador menos productivo, o en un cónyuge peor que antes, o que alguien haya tenido menos tiempo para sus amigos o que ya no haya podido crecer en su vida cultural. Muy por el contrario, Dios siempre recompensa a los que lo anteponen en todo, y Nuestro Señor multiplicará nuestro tiempo de una forma asombrosa como lo hizo con esos pocos panes y peces que alimentaron a la multitud y todavía hubo muchos sobrantes. Puedes estar seguro de que el Beato Papa Juan Pablo II, la Beata Madre Teresa de Calcuta o San Maximiliano María Kolbe oraban mucho más que la hora y media diaria que se requiere para practicar los 7 hábitos, y eso a lo largo de todo el día.

PRIMER HÁBITO : OFRECIMIENTO MATUTINO

El primer hábito es el ofrecimiento de la mañana, cuando uno se pone de rodillas y utilizando sus propias palabras -o una oración compuestabrevemente se ofrece el día para la mayor gloria de Dios. Lo que no resulta tan sencillo es lo que sucede antes del ofrecimiento. El fundador del Opus Dei lo expuso así: “Conquístate cada día desde el primer momento levantándote de inmediato a la misma hora y sin conceder un solo minuto a la flojera. Si con la ayuda de Dios te conquistas a ti mismo en el momento, habrás logrado mucho para el resto del día. Es muy decepcionante encontrarse vencido a sí mismo en la primer pequeña batalla” (El Camino, 191). En mi experiencia pastoral, aquellos que en la mañana pueden vivir el “momento heroico,” y en la noche acostarse a una hora temprana, a lo largo del día tendrán tanto la energía física como la espiritual para dejar lo que estén haciendo y vivir los demás hábitos.

SEGUNDO HÁBITO : ORACIÓN EN SILENCIO

El segundo hábito es hacer por lo menos 15 minutos de oración en silencio; con el tiempo quizás quieras agregar 15 minutos extra en otra hora durante el día porque, después de todo, ¿quién no querrá más tiempo en tan excelente compañía? La oración es simplemente una conversación personal y directa con Jesucristo, y siempre será preferible hacerla ante el Santísimo Sacramento en el Tabernáculo. Este es el “momento de la verdad” o “el momento de calidad” si lo prefieres, cuando uno se puede abrir de capa y decir todo lo que está en la mente y el corazón. Asimismo podrás ir adquiriendo el hábito de ‘la atenta escucha’ como lo hizo María (Lucas 10,38-42) para saber lo que Jesús te está pidiendo y lo que desea darte. Aquí es donde llegamos a comprender plenamente sus plabras: “Sin mí no podéis hacer nada.”

TERCER HÁBITO : LECTURA ESPIRITUAL

El tercer hábito son quince minutos de lectura espiritual, que por lo general consiste en una lectura sistemática del Nuevo Testamento para ir identificándonos con las palabras y las acciones de Nuestro Salvador. Si sobre tiempo, se puede leer un libro clásico sobre espiritualidad católica que recomiende el director espiritual, y como dijo San Josemaría Escrivá: “No seas negligente con tu lectura espiritual; la lectura ha formado muchos santos” (El Camino, 116). De alguna manera éste el más práctico de los hábitos, ya que con el paso de los años acabamos leyendo muchas veces la vida de Cristo lo que nos permite adquirir y practicar la sabiduría de los santos y de la Iglesia, así como leer libros que iluminarán nuestro entendimiento y poner las ideas allí expresadas en acción.

CUARTO HÁBITO : SANTA MISA Y COMUNIÓN

El cuarto hábito es la participación en la Santa Misa y la recepción de la santa Comunión en estado de gracia. De los siete, éste es el hábito más importante (cfr. Juan 6,22-65) y como tal, tendrá que ser el núcleo de nuestra vida interior y, consecuentemente, de nuestro día. Es el acto más íntimo posible que pueda haber para un ser humano. En la celebración eucarística nos encontramos con el Cristo vivo, participamos en la renovación de su sacrificio por nosotros, y nos unimos en cuerpo y alma al Cristo resucitado. Como lo dijo el Beato Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Ecclesia in America: “La Eucaristía es el centro vivo y perpetuo alrededor del cual toda la comunidad de la Iglesia se reúne” (no. 35).

QUINTO HÁBITO : EL ANGELUS

El quinto hábito sólo toma unos minutos a medio día, pero hemos de dejar de hacer cualquier cosa para rezar el “Angelus” o la oración “Regina Coeli” (Reina del Cielo) según el tiempo litúrgico. Se trata de una muy antigua costumbre católica y una maravillosa forma de saludar por un momento a nuestra Santísima Madre -como lo haría cualquier niño que recuerda a su madre durante el día- y la oportunidad de meditar en la Encarnación y Resurrección de Nuestro Señor que le da todo el significado a nuestra existencia.

SEXTO HÁBITO : EL SANTO ROSARIO

El Sexto hábito también es mariano: rezar el Santo Rosario diariamente y meditar en los misterios que rodearon la vida de Nuestro Señor y Nuestra Señora. Como lo dice San Josemaria Escrivá: “Para aquellos que utilizan su inteligencia y su estudio como un arma, el Rosario es la más efectiva porque aunque sea una manera aparentemente monótona de rogar a Nuestra Señora, como niños a su madre, puede destruir las semillas de vanagloria y orgullo” (Furrow, 474). El Rosario es un hábito que, una vez adquirido, es difícil de romper. Al repetir palabras de amor a María y ofrecer cada década por sus y nuestras intenciones, tomamos el camino corto hacia Jesús, que es a través del corazón de María. ¡Él no le puede negar nada!

SÉPTIMO HÁBITO : BREVE EXAMEN DE CONCIENCIA POR LA NOCHE

­El séptimo hábito es un breve examen de conciencia por la noche antes de acostarse. Te sientas, invocas al Espíritu Santo para que te ilumine, y durante varios minutos repasas tu día en la presencia de Dios examinando si te has comportado como un hijo de Dios en la casa, en el trabajo, con tus amigos, y también revisas esa área en particular, que identificaste con la ayuda de la dirección espiritual, y que sabes es necesario mejorar para crecer en santidad. Asimismo, podrías dar un repaso rápido para ver si has sido fiel a los hábitos diarios que hemos repasado en este artículo. Después das gracias a Dios por todo lo bueno que has hecho y haces un acto de contrición por aquellas fallas voluntarias que tuviste durante el día. Al terminar estarás listo para tu bien merecido descanso el cual te esforzarás en santificar dialogando interiormente con la Santísima Trinidad y con tu madre María mientras te acurrucas para dormir.

Sé honesto contigo mismo y con Dios

Si una persona con toda honestidad examina su día –sin importar lo ocupada que haya estado, porque al parecer nunca he conocido a nadie que admita no estar ocupada salvo los retirados- por lo general se dará cuenta que pierde algo de tiempo durante el día. Pensemos en esa tasa extra de café que fue innecesaria, cuando se podría haber ido a visitar al Santísimo en el Tabernáculo por un espacio de 15 minutos antes de comenzar a trabajar; la media hora -o más- desperdiciada viendo programas superficiales y estúpidos de televisión o videos; el tiempo desperdiciado durmiendo en el tren o escuchando la radio en el auto, mientras se podría haber rezado el Rosario, ¿y qué hay del periódico que podría leerse en diez minutos en lugar de veinte para hacerle un espacio a la lectura espiritual? ¿O esa comida que podría terminarse en media hora y dejar tiempo para la Misa de la tarde? Y no olvides esa media hora que ocupaste desperdiciando el tiempo al final del día, cuando podías haber hecho alguna buena lectura espiritual, examinado tu conciencia e irte a la cama a buena hora restaurando tus energías para los combates del día siguiente. La lista continúa. Haz la tuya. Sé honesto contigo mismo y con Dios.

Estos hábitos, bien vividos, nos permiten obedecer la segunda parte del gran mandamiento “amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.” Estamos en la tierra “para servir y no ser servidos,” como lo hizo el Señor, y la única forma de lograrlo es a través de nuestra propia y gradual transformación en otro Cristo mediante la oración y los Sacramentos. La práctica de los siete hábitos nos permitirá santificarnos y ser apóstoles con la plena seguridad de que siempre que fallemos, en lo pequeño o en lo grande, tendremos al Padre amoroso esperándonos en el Sacramento de la Penitencia, así como la ayuda piadosa de nuestro consejero espiritual que nos regresará al buen camino.

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John McCloskey

John McCloskey (www.catholicity.com/McCloseky) es sacerdote del Opus Dei y actualmente funge como miembro investigador del “Faith and Reason Institute” (Instituto de la Fe y la Razón) (www.frinstitute.org). Es co-autor (con Russell Shaw) de “Good News, Bad News: Evangelization, Conversion and the Crisis of Faith” (Buenas nuevas, malas nuevas: evangelización, conversión y la crisis de la fe). También es co-editor de “The Essential Belloc” (El Belloc esencial).

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